Morrigan
Cantidad de envíos : 18 Edad : 33 Fecha de inscripción : 11/10/2008
| Tema: Miedo a la oscuridad Sáb Oct 25, 2008 12:55 pm | |
| Oh, éste ejeplar es la contestación a la comunidad de retos que estoy formando. Son sólo miedos relatados en segunda persona. - Spoiler:
Estas sentada en la sala de reuniones, sola y en silencio. La reunión ha terminado y tus compañeros de trabajo ya han planificado la empresa hasta el próximo año, irónico piensas tú que sabes que la vida se puede acabar en cualquier segundo. Ahora sientes el silencio que rodea todo ése gran salón lleno de asientos y una mesa larga. Estas cerca de la cabecera de la mesa, las hojas y carpetas continúan desparramadas por toda la mesa. Te tiras hacia atrás en la silla, apoyas tus manos en las sienes y tiras hacia atrás tu cabeza cubriéndote de ese modo la frustración.
No te gusta estar acompañada de personas, a ti te gusta la soledad y el silencio. Te gusta tenerle miedo a la vida y miedo de tus propios miedos. Sabes que en pocos minutos la oficina cerrará y el silencio cubrirá por completo el lugar dejándote estampada contra la silla. El silencio no te molesta, la verdad es que te agrada ya que te sientes acompañada de la nada; de ti misma.
Sabes que con el silencio llega la oscuridad y con la oscuridad llega el dolor, tú no deseas sentir dolor ni aquel pánico a lo desconocido. No te gusta cerrar los ojos, aun cuando algunos digan que se ve mejor con los ojos cerrados, no te gusta sentir la oscuridad rodeándote porque sabes que la melancolía te cubrirá con sus brazos metálicos e insensibles, amarrándote de éste modo a la oscuridad. Las tinieblas te cubren con su pálido crespón perturbador y sientes que debes huir de todo aquello.
Te levantas con rapidez, tomas tus objetos personales desparramados en la mesa y sales de aquella sala tormentosa. Caminas hacia el pasillo de salida. Las luces se van apagando tras de ti y comienzas a apurar tus pasos. Comienzas a correr por aquel largo pasillo vacío inmaculado. Empujas la puerta de salida y por primera vez percibes lo pesada que es, no logras abrirla con tus débiles fuerzas y lo intentas nuevamente utilizando todo tu cuerpo para abrir una pequeña brecha por la cual te deslizas con destreza artificial.
La noche es joven aún y corre una dulce brisa helada que te acaricia el rostro con ternura. Sientes paz porque sabes que estás debajo de un farol de donde sale aquella cálida luminiscencia que cae sobre ti envolviéndote en sus dulces rayos color miel. Te sientes completa, por primera vez en el día sientes la seguridad plena que solo te puede bridar la luz y nada más.
Con absoluto sosiego comienzas a trazar con tus pies el camino de vuelta a casa. En la calle solo se puede escuchar el sonido que hacen tus zapatos puntiagudos al apuñalar el insensible cemento. Te agrada el silencio, la soledad y la muerte cubriéndote constantemente pero no te agrada la oscuridad ya que ésta siempre va ligada a la melancolía. De solo pensar en los brazos metálicos de aquel crudo sentimiento te retuerces como una cría.
Corres hacia tu automóvil y prendes las luces mecánicamente. Subes el volumen de la radio y abres las ventanas delanteras, todo eso con un par de movimientos. Prendes el auto, miras por el espejo retrovisor como si de algún modo alguien estuviese sentado en el asiento trasero. Ahora miras fijamente hacia delante y sin pensarlo dos veces arrancas el auto a toda velocidad como si la negrura continuase oprimiéndote el corazón.
Tienes un serio problema con la oscuridad física y la inmaterial, aquella que se acopla a tu alma cada vez que te sientes desfallecer. Le tienes miedo a sentirte completamente vacía o en extremo llena de aquella tenebrosidad. Sabes que esta podrido tu corazón si no puedes ver la luz pero también estas conciente de que la oscuridad siempre está presente y que sólo desaparecen a media noche, cuando las sombras quedan unidas a los objetos que la proyectan; cuando lo artificial y lo carnal se unen.
Siempre esperas a media noche para dormirte ya que de ése modo descubres que siempre es mejor estar apegado a sus propios males y dolencias a tener que soportar que tus propios remordimientos te acosen todo el día, que te persigan y se muevan como una vil sombra quitándote vida. Sabes a la perfección tus errores y penurias ya que son ellas las que te acosan en medio de la mortandad de la noche y en las sombras del día.
Te acurrucas en medio de tu cama y sientes que los problemas nuevamente llegan a ti, los remordimientos y viejos recuerdos rozan los pliegues de tu ser y las viejas cicatrices se abren como flores desfallecidas por la falta de luz. Aquella sombra que te persiguió todo el día vuelve a ti, y ambos se funden en una sola carne.
Sabes que en un par de minutos más aquella bruma negra se posará al otro lado de tu cuerpo y que saldrá para perseguirte todo el resto del día. Ya es una rutina para ti sentir la sombra persiguiéndote a toda hora del día y es por eso que siempre andas en busca de la luz. Sólo en la luz desaparecen las sombras, sólo en la luz sus remordimientos se acallan.
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