Le tienes miedo a Vivir-real

Abrazas tu cuerpo contra el árbol nuevamente, tus brazos tocan la tosca textura de aquel madero inhumano. Recuerdas, mientras continuas abrazando el árbol, que muchas veces te han sugerido aquel “Remedio” como técnica para liberar los sentimientos tenebrosos; las emociones insanas. Sientes, abrazar un árbol antiguo. Sientes como tus ojos se llenan nuevamente de lágrimas, que caen y son absorbidos por aquella planta fría llamada madero. Tu mejilla esta colorada por la fuerza con que te arraigas a la idea de poder terminar con tus sentimientos de esta manera tan fácil; abrazando el árbol. Pasan horas para ti, aunque en realidad solo sean minutos.

Te separas del maldito árbol asqueada, como si tú hubieses absorbido los males del árbol y no él los tuyos. Pateas con fuerza el piso. Caes al suelo llorando, te acurrucas entre tus piernas y lloras; te duele el corazón.

Levantas tu cabeza de entre tus piernas y ves la luz nuevamente, aquello te fastidia; tú quisieras estar muerta. Levantas tu cuerpo con poco ánimo, sientes como la gravedad te pesa y te llama a caer al suelo nuevamente. El viento golpea tu rostro, helado y distante como siempre, se voltea tu rostro lleno de lágrimas húmedas. Sientes Miedo.

Comienzas a caminar en dirección a los asientos más cercanos que hay en el parque. Ahí estoy yo, esperando que regreses de tu implacable tristeza. Caminas lento y no miras hacia adelante; le tienes miedo al futuro. Vas pateando las piedrecillas del camino con frustración, vas arrastrando tus pies cansada de seguir en este lugar.
Llegas al lugar, con los ojos pequeños y rojos, te tiras como una moribunda en el asiento y comienzas a mirar tus pies. Miro hacia otra parte; no me gusta verte llorar. Puedo escuchar los sollozos lastimeros en mi oído, no recriminas nada, más bien me suplicas un poco de compasión. Le tienes miedo a la vida.

Pasas tu mano compulsivamente por tu cara, intentando secar de manera vana las lágrimas que continuamente caen por tu rostro. Te sientas con la espalda recta y miras hacia adelante, miras tu futuro y no ves nada…todo está nublado por la espesa capa de agua que cubre tus ojos. Balbuceas algo que no alcanzo a comprender ¿Habrás dicho que deseabas morir? De seguro es aquello.

Continúas llorando. Me agacho de modo que mis codos sostienen mi cabeza. Me tapo los ojos. No te gusta que te vean llorando. Te ves vulnerable, siempre has sido vulnerable ante el dolor. Me dices que tienes miedo, mucho miedo. Sollozos lastimeros, no con intención de dar lástima sino que intentan escapar un poco de dolor de tu alma apesadumbrada. Sientes que el corazón comienza a latir cada vez más lento, como si se acostumbrase a la impotencia que tienes con todas esas cosas raras que comienzas a sentir y, de manera poco acertada, te agachas para quedar en la misma posición que yo.

Le tienes miedo a la Nostalgia, tú misma eres la Nostalgia ¿Lo sabías? Tu nombre siempre ha sido Nostalgia, no importa si le tienes miedo o no, esa eres tú por nacimiento. Intentas buscar alguna lógica para tanto dolor, te intento explicar que no hay lógica para esto. Lo sé, simplemente lo sé.

Te levantas del asiento abruptamente, sientes un mareo extraño seguido de una opresión en tu cerebro que te ciega los ojos con la oscuridad. Le tienes miedo a la oscuridad, le tienes miedo a lo desconocido.

Caes de rodillas, al frente de un charco de agua sucio, e intentas abrir los ojos. Me levanto lentamente de la banca como si siempre hubiese estado enterada de lo que iba a pasar a continuación. Abres tus ojos sin miedo esta vez pero- siempre hay un pero- miras tu reflejo en aquella agua inmunda. Sientes miedo nuevamente. Ves el reflejo de un rostro contra el agua, puedes percibir los detalles de tu rostro. Le tienes miedo a tu rostro de cansancio por el vivir. Tu mirada se demuda aún más al descubrir que continuo ahí, justo detrás de ti. Me miras y me murmuras o, mejor dicho, le murmuras al aire: ya no quiero vivir más.

Descubro, ya sin ningún remedio para aquello, lo mucho que está enfermo tu corazón; lo cansada que está tu alma; lo aburrida que te sientes cada vez que intentas pensar en el futuro, en aquello inexistente. Ves hacia atrás y descubres que es más fácil mirar hacia atrás que hacia adelante. Fue en ése momento cuando declaraste tu maldad final: intentaste morir sin siquiera hablar conmigo. Lo entiendo. Veo tus muñecas: están abiertas. Veo tus ojos: están amarillentos ¿Sobredosis?. Veo tus brazos: cortados, no porque buscabas la muerte, buscabas dolor para sentirte un poco más viva un par minutos más. Veo tu mano: tienes cortes en tus nudillos, son iguales a los míos ¿Será un pacto de suicidio seguro?. Veo tu rostro: pálido, pareces un cadáver.

Comienzas a sentir el viento arrastrándote hacia adelante, hacia aquel inmundo charco lleno de podredumbre. Corro, por primera vez en este día me apresuro a tirarte hacia el otro lado, hacia la ladera de pasto verde. Sonríes, supuse que tú sabías que iba a ayudarte al final. Cierras tus ojos con la sonrisa plasmada en tu boca.

Sonríes porque ahora estas muerta, porque ahora eres libre de tanta mierda.