No podía esperarte completo, después del derrame de tanto tiempoespacioluzenergía penetrado y expandido. Para mi nada es obsoleto, ni insípido ni abstracto; a través de cada poro, físico o interno, lo que han sido ciertas lenguas y costumbres, ciertos puentes a mi centro, el desgaste de teorías que jamás prometieron ilesía, nos desembocaron en el cuerpo externo de una maquinaria compleja. Intangible, invisible, ignorante, necia; acariciando el borde, el contorno, la forma desde afuera de lo que pudo ser, brotarencenderenacer a su tiempo, y con la muerte sobre los tímpanos quién negaría que los focos se queman, la ciudad está en retroceso y nuestras cabezas ruedan bajo tierra. A mi tonalidad, a mi sentido de relevancia, ni lo previsto lo no planeado, ni lo mal juzgado ni lo desarmado, nada fue en vano, debe hacerse saber que en algún momento nos paralizó el cosquilleo en las manos, desde la punta de la lengua a las raíces subalternas, en el sueño, en la conciencia, en el desempeño de una atmósfera más calida, cubriendo a gritos las tranfuciones desde el alba. Nunca ha sido fácil enhebrarme, recogerme, anestesiarme y si no me dejé dormir fue para no despertar, para no darme deliberadamente la razón sobre algo tan peculiar, sobre el juego de almas, de calles de tierra raramente transitadas, se que hay algo en mi que te apega y cuando el cuerpo duerme te da vueltas, te atosiga te persigue te quita el sueño te incomoda y es así como el humano, el organismo dice esto se acaba esto no tiene causa, no quedan números y las miradas destellantes se apagan, escasean las letras, las palabras, faltan madrugadas de servicios públicos al horno, de manos entrelazadas. Se que hay algo en mi que te aleja, te amenaza y en el inconciente te golpea, de tobillos hacia atrás, en la cabeza, en los órganos, eso de mi a tu alrededor no te hace bien, mi reflejo en tus ojos se te está volviendo enfermizo, y llegados hasta este punto de encontrarnos tan pálidamente difuntos, uno vuelve al comienzo, al nacimiento, a la interacción, a lo de afuera, a lo de adentro, a lo que sentimos, a lo que jamás pudimos ver, lo percatable y lo predecible, a lo fácilmente adquirible; estando ahora a tantos inviernos de distancia, habiendo perdido la cuenta de las buenas memorias, sin poder retractarse de nada, cada cabeza tiesa en su almohada sumergida en el silencio más profundo proseguirá a preguntarse con cautela, sin esperar respuesta alguna, sin siquiera querer pensarla:
¿En qué habremos fallado?