Cherry Bomb
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| Tema: Rojo Fantasía Vie Oct 31, 2008 7:40 pm | |
| Apenas llegué al foro, pero me encantaría ver qué tal me va con uno de mis últimos originales... que por cierto tuvo poquísimas lecturas y por lo tanto nada de crítica.
El nombre nada tiene que ver con un relato fantástico (;
YAOI, LEMON - Spoiler:
Rojo Fantasía Se miraba al espejo y todavía no podía creer lo que estaba haciendo...
-Y lo que todavía me queda por hacer...
Su reflejo le devolvía la imagen de un joven igual a él, pero no podía identificarse del todo. Sí con esos ojos verdes y claros, siempre angustiados y sonrientes a la vez; sí, con esas mejillas pálidas, pecosas y sonrosadas; y esas facciones delicadas aunque sin rozar lo femenino... pero no podía verse a él mismo en el espejo con ese cabello rubio casi platinado cayéndole sobre la frente y casi sobre los ojos en un flequillo abundante, y que antes era castaño ceniza natural.
Sí, acababa de decolorarse el cabello, ese que le encantaba.
-Y todavía me falta volvérmelo a teñir...
Jesse no aguantó seguir viéndose al espejo.
-Soy tan estúpido, tan patético... pero muero de amor, siento que me derrito, a pesar de que sé que no me corresponde como yo quisiera...
Owen, su novio desde hacía cuatro meses y con el que hacía dos compartía cama y techo, todavía se emborrachaba por un despecho vencido hacía casi un año, lloraba con las fotos que amarilleaban guardadas bajo la ropa de la temporada pasada en su parte del placard y, por las noches, entrada la madrugada, se despertaba cansado de en su mente gritar el nombre de Jimmy, su ex novio, sin saber lo mucho que sus gimoteos eran oídos por ese que a su lado parecía dormir.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
-No quiero llorar...
Sus manos pálidas se aferraban al lavabo y su cabeza ahora rubia cayó en señal de derrota en una lucha consigo. Poco a poco su cuerpo también fue cediendo ante la pena que sentía por él mismo, por los motivos por los que estaba decolorándose el cabello... por la razón por la que ahora estaba llorando, recostado en el inodoro, sentado en el suelo frío del baño de la única habitación de ese apartamento silencioso.
Porque él sabía.
-Yo sé...
Jesse sabía.
-Yo sé que para Owen no soy lo mismo, que sus ojos jamás me miraron con todo el amor que yo le tengo, que sus brazos jamás abrazaron el cuerpo que querían abrazar, que siempre fingió que mis besos eran los de Jimmy, que el roce de mis manos él lo imaginaba con las manos de su ex... que conmigo jamás hizo el amor...
Pero por un poquito más de amor en esa mirada no haría lo que fuera, pero si algo.
-Algo...
No le importaba que ahora Jimmy pase de ser una simple ilusión en los ojos de Owen a estar encarnado en él... no le importaba empezar a ser Jimmy ni que su novio lo viera como tal.
-No me importa...
Jesse sólo quería que los ojos de su novio lo viesen a él, que sus manos lo acaricien como imaginó que siempre lo harían, y que sus besos tengan ese gustito a pasión que nunca tuvieron para con él.
El ahora rubio se puso de pie y volvió a pararse frente al espejo, pero con los ojos clavados en la cajita de tintura para el cabello que hacía semanas tenía guardada en el botiquín de primeros auxilios que jamás usó más que para robar las banditas, como si fuera un niño, porque le gustaba enroscárselas en los dedos como excusa para no lavar los platos.
Se quedó mirando lo que tenía entre las manos con algo de perplejidad entremezclada con indecisión.
-¿Lo hago?
Por las cuatro caras de la caja se extendía una cabellera rojiza demasiado falsa para creer en la fidelidad de la mejor marca de tinturas que había encontrado en la farmacia. Era el rojo más profundo, brillante y vistoso del estante.
-Rojo fantasía...
-Jess -llamó, cantarina y arrastrando la e, la voz de Owen, sacando al susodicho de ese letargo en que se había sumido, re-reconsiderando las razones, las lágrimas y el amor por el que estaba haciendo aquello, encerrado en el baño-. Yo me voy, cielo. Intenta no morir de asfixia o claustrofobia -decía con voz sonriente y divertida, mientras se alejaba hacia la puerta del departamento. Apenas se oyó el clic que hacía la puerta al cerrarse sola, y eso quería decir que Owen andaba de muy buen humor... tal vez, porque había aprovechado el tiempo solo para, acostado en medio de la cama y abrazando una almohada, imaginarse junto a Jimmy... otra vez...
Y él moría por un abrazo como el que Owen le daba a la almohada.
-Rojo fantasía... Lo hago.
Mordió con fuerza su labio inferior y abrió el envase de cartón.
No sabía si el tiempo que había esperado había surtido efecto. Quizá incluso había hecho las cosas peor de lo que se imaginaba que causaba un tornado encerrado en ese baño. Pero con seguirse mirando deforme sobre el suelo de mosaicos negros pulidos no conseguía nada. Se arrodilló de frente a la bañera, echando la cabeza hacia delante, como si quisiera ahogarse aunque no hubiera agua.
Del teléfono de la ducha salía agua moderadamente tibia, como indicaba en el envase de la tintura. Se lavó la cabeza por completo, asegurándose que quedase limpia sólo con las manos y sin levantarse a comprobarlo. Es más, cerraba los ojos para evitar ver cualquier desastre que pudiera pasar frente delante de ellos.
Cuando terminó no sabía si realmente eso era todo. Le parecía que todavía le faltaba algo para terminar. Se sentía incompleto.
Se asomó al espejo.
-Jimmy...
Petrificado. Le entraron ganas de reírse a carcajadas, de llorar, de decirse que era la peor pesadilla que hubiera tenido, de gritarle a Owen que lo amaba pero que lo dejaba porque no le correspondía... pero simplemente...
-Puedo... pero no quiero.
Con el cabello seco y prolijo, sintiéndose una persona horriblemente nueva, salió a la calle. Caminó dos cuadras, dobló a la derecha, tres cuadras más, a la izquierda y siguió derecho hasta el café más vistoso de la calle. Con paredes que en lugar de paredes eran vidrieras, con un inmenso cartel que simulaba ser de madera robusta al estilo medieval colgado elegantemente por encima de todos los demás y con un servicio y un café envidiables parecía ser el mejor trabajo que a cualquiera pudieran ofrecerle, sin embargo a Jesse no le interesaba demasiado más que como una distracción, una excusa para salir de la casa un rato.
Él sonreía. Todas las miradas estaban en él...
-...En mi cabello rojo... rojo fantasía, como el de las hadas de los cuentos, como el de las vampiresas de las mejores películas de terror, como el de las prostitutas más caras del micro-centro de la cuidad...
Era tarde, relativamente tarde cuando entró en el departamento. Pero Owen todavía no estaba en casa.
-Owen...
Y con ese pequeño susurro se sintió derretir.
Se lo imaginó sobre su cuerpo, completamente sudado, la primera noche en que durmieron juntos, jadeando y besándolo a más no poder mientras notaba ese pequeño rayito de luz de luna colarse por entre las nubes que cubrían el cielo e iluminar el perfil perfecto del que ahora era su novio. Esa noche se había sentido volverse líquido, perdido en esos ojos azul-liláceo que lo veían fijo mientras él creía que hacían el amor.
-Acá estoy... ¿Jimmy? -oyó decir con perplejidad y sorpresa al dueño de sus pensamientos. Siquiera había oído abrirse la puerta, ¿o es que nunca la había cerrado?
-No, yo -le respondió el ahora pelirrojo, volteando a verlo con una sonrisa y un giro que pareció hacerlo elevarse con gracia en el aire. Se le acercó con pasitos pequeños, temerosos, pero sin borrar su enorme sonrisa, esa que siempre ocultaba cualquier cosa y que siquiera una máscara se notaba que era.
-¿Qué te hiciste en la cabeza? -le preguntó y lo atrajo hacia su cuerpo aferrándose a su bufanda roja, a tono con el cabello. Jesse notó en sus ojos un brillo distinto cuando las miradas de ambos chocaron. Tembló.
-Un cambio de look. -Y le guiñó un ojo. Owen sonrió de lado. Jess volvió a temblar, perdido en la mirada del más alto, y éste hizo algo que le tomó por sorpresa: lo abrazó por la cintura en un abrazo por demás delicado, acercándolo a su cuerpo mientras con una mano le sostenía de la barbilla y le acariciaba el mentón, los labios. Sin siquiera pensar en decirle algo le besó. Y el pelirrojo tuvo que sostenerse del mayor para no caer al suelo. Había algo distinto en ese abrazo, en ese beso, en esa forma tan íntima en que sus cuerpos se rozaban lentamente. Y Jesse sentía que podía morir feliz en ese momento.
Pero ¿por qué ese cambio tan drástico de actitud?, ¿por qué tanto amor de repente?
-Yo se por qué...
Sintió los dedos largos de Owen colarse entre sus cabellos y aferrarse a ellos en un suave tirón, haciéndole gemir levemente entremedio del beso y obligándole a abrir un poco más la boca, a hundirse en ese tornado de sensaciones tan dulce y venenoso a la vez, que le encantaba y le hería, que le hacía temblar y pedir más.
Al verse en esos ojos;
-Esos ojos...
Se vio reflejado en sus pupilas, notando cómo, tan de cerca, lo inspeccionaban milímetro a milímetro, buscando en su rostro sonrojado, en sus ojos suplicantes y sonrientes, y a través de los mechones rojos del flequillo que caían sobre su frente y casi sobre sus pestañas oscuras algo que ahí no había.
Jesse cerró los ojos e inspiró profundo.
-No soy Jimmy, Owen.
-No, sos Jesse... MI Jesse.
Y volvió a besarlo... suave, dulce.
-Y yo sigo sin creerte del todo, Owen... pero también sigo amándote como loco a pesar de todo... Owen.
El rojo de los cabellos de Jesse despertó la locura, la pasión... la fantasía, como un tornado dentro del mayor, que sucumbía cada vez más ante un espejismo mientras acariciaba por sobre la ropa ajustada ese cuerpo delgado y de líneas vertiginosas que temblaba entre sus brazos.
Con lentitud Jesse notó que caía al suelo su tapado largo con estampado escocés en gris y bordó, deslizándose por sus bracitos, la bufanda se desenroscó de su cuello y cayó, aovillándose a sus pies, y un par de manos tibias tironearon de su camiseta negra de cuello alto hasta colarse debajo y acariciar su pecho de abajo a arriba. Y mientras la prenda ajustada subía por su torso, se sacaba las zapatillas con las puntas de los pies.
Hasta ese entonces tenía los ojos cerrados, intentando no ver cómo Owen lo veía, buscando en sus ojos a ese Jimmy que no existía; pero al terminar de pasar la camiseta por su cabeza y caer sobre el tapado, no pudo evitar clavar sus ojos algo llorosos de nuevo en los del más alto. Aunque de inmediato se colgó de él con brazos y piernas, besándolo con frenesí. Se acercó a su oído.
-Quiero tener sexo con vos... -susurró lo más maliciosamente sexy que pudo, amoldándose aún más al cuerpo al que se abrazaba. Soltó un gemido fingido, pero que obligó a Owen a cerrar los ojos. Tembló y se mordió el labio inferior. Los dedos largos del más alto se colaron por debajo de los jeans adornados con un cinturón rojo de charol y traspasaron el elástico del slip.
Gemía su nombre. Una y otra vez. Jesse, jadeaba, y el susodicho estaba preso en el paraíso, preso del calor que lo embargaba, de las manos que arrasaban con su piel, de los labios que lo besaban con una pasión descomunal y hasta ahora descocida, y de la forma en que sentía a Owen entrar y salir de su cuerpo con fuerza y lentitud mientras con gemidos rezaba su nombre con la cabeza echada hacia atrás. Su figura se recortaba contra la luz que dejaba entrar la ventana abierta. Pero sus ojos claros, casi luminosos en la casi completa oscuridad de la habitación todavía buscaban ver a alguien en el lugar ese cuerpo cómodamente tembloroso, sudado, con los cabellos rojos desparramados, meciéndose a un ritmo por demás acompasado.
-No estamos haciendo el amor.
Y aunque le dolía recordárselo, lo hacía para que doliera menos el te amo ausente cada vez que terminaban, o el rato abrazados antes de quedarse dormidos que siempre faltaba.
Violento se sacudió su cuerpo antes de sentir ese gutural gemido de satisfacción que oyó por parte de Owen cuando también le llegó el orgasmo.
Jesse lo sintió acomodarse casi sobre él, desplomado, respirando agitado y haciéndole cosquillas en el cuello con sus exhalaciones. Lo notaba sonreír. Si hacía falta, iba a seguir engañándose, iba a seguir sonriendo, a pensar en que cada noche, mientras estuvieran haciéndolo, él no era Jesse. Iba a dejar de ver a su novio como él mismo. E iba a hacer lo mismo que Owen hacía con él, aunque imaginaría en su lugar a cualquier extraño, puesto que él no tenía un ex con quien alucinar.
Tan sumido en sus pensamientos estaba que no notaba esa mirada potente, limpia y con un torbellino de las más bonitas sensaciones clavarse en sus ojos vacíos, perdidos. Jesse volvió en sí y vio al mayor en un arduo escrutinio de sus ojos verdes que no veían nada, de su frente sudada y con el flequillo rojo húmedo pegado a ella, de sus mejillas pecosas y sonrojadas, de sus dientes blancos mordiendo con fuerza su labio inferior cansado de besos. Se acercó a su boca. Sonrió. Le sonrió.
-Me encanta tu cabello rojo fantasía...
Quedó en suspenso.
-¿Jimmy?
Se estremeció de pena. Se le estrujó el corazón.
-...Jess.
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