Lágrimas lila*
–Ya no aguanto más…– murmuró Foot Loose, con voz quebrada –Ya no aguanto, no podré seguir…
Cerró los ojos y las lágrimas que se aguantó durante los últimos momentos con su pareja saltaron de ellos y corrieron alegremente por su rostro. Lo que era peor, un dolor intenso en el pecho lo dejó literalmente baldado. Aunque hace mucho tiempo lo sentía, la verdad es que había llegado a su cúspide. En consecuencia, Foot Loose respiraba trabajosamente, casi silbando.
Comenzó a empacar sus cosas, entre ellas unos pocos enseres y latas de Shookin’ Kola; lo hacía con lentitud, ya que además del dolor del pecho, tenía el cuerpo dolorido y resentido debido a los latigazos y quemaduras propinados por su pareja.
–Esto terminó, Cargoy.– susurró nuevamente –Ahora me voy, y no volverás a saber de mí.
Soltó una risita, lamentando no poderle contar la verdad sobre lo que le empujaba a montarle tanto el cuerno. Ojala pudiera decirle el diagnóstico del doctor y sus ganas de ponerse en tratamiento para así cambiar su desgraciada vida pero nada que ver; Cargoy no estaba interesado en lo absoluto en saberlo. Foot Loose no lo culpaba, pero no aceptaba del todo su cerrazón mental.
–Tal vez duerma en algún hotel, y seguiré asistiendo a terapia…– volvió a susurrar –Lo único que sé es que aquí no puedo seguir.
Se llevó la mano al pecho y dejó salir todos esos sollozos que no vocalizó frente a Cargoy, sabedor de su rencorosa crueldad. Le dolía tanto verse solitario tratando de superar lo que el doctor había llamado una condición casi patológica, ya que las cosas que se hacía por complejo de inferioridad podrían llegar a ser sumamente perjudiciales para su salud, para él y para quienes convivían día a día con su persona… entre ellos, el mismo Cargoy, naturalmente.
Antes de irse, Foot Loose garabateó una nota muy sencilla:
No aguanto más.
Me veo forzado a partir para enfrentar algo que nunca te he contado por darme cuenta de que en realidad, no cuento contigo.
No me extrañes, porque seguramente no lo harás más que yo.
Gracias de todas formas por hacerme saber el nulo interés en averiguar qué demonios me ocurre. Es bueno saber que nunca conté contigo para nada.
Adiós…Dudó si firmar la nota, pero luego desistió; él ya sabría quien la había escrito, pero para ese entonces ya estaría lejos, y lo dejaría tan sólo con el aire de dolor que se respiraba en la pequeña habitación…