Candy002
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| Tema: Plandex Vie Feb 13, 2009 9:17 pm | |
| No hay advertencias, sólo que esto pertenece a mi serie "Apple Black". - Spoiler:
Ahogó una carcajada cuando se vio en el espejo. Fascinado, giró la cabeza a los lados para comprobar que, como la caja prometía, todo su cabello se había vuelto verde manzana.
Se tocó incontables veces los mechones húmedos y sueltos, sintiendo una explosión de emoción cada vez que veía que su reflejo lo imitaba en todo, comprobando que era él y no una ilusión.
—Plandex…
Todo mundo siempre lo había visto como un bicho raro. Raro porque reía al imaginar distintas cosas, como bandejas voladoras que se estrellaran únicamente contra los maestros o que era un guerrero ninja del espacio traído del siglo cincuenta para acabar con los malvados números matemáticos. Raro porque le entretenía hacer caras deformes de payasos mono con el puré del almuerzo.
Un rarito del cual murmuraban en los pasillos y tiraban los libros, aprovechándose de su figura escuálida. Tenía vagas heridas por eso, pequeñas. Porque los payasos mono le gustaban al fin y al cabo.
Todos querían un fenómeno. Plandex sería su fenómeno y los contraería a todos mostrándoles que era feliz así, les sonreiría en la cara por verle con extrañeza. Les daría la prueba de que no los necesitaba, a ver si les agradaba la sensación.
No importaba lo que dijeran los psicólogos de la escuela acerca de él en las reuniones de padres, no tenía que ver con problemas psicológicos. Era que a él le gustaba el verde. Y que su castaño oscuro le aburría. Nada más.
Cuando sus padres llegaron de la fiesta de la compañía donde trabajaban no lo vieron así. Lo castigaron por dos semanas y hubo algunos gritos sobre la responsabilidad, pero él se lo había esperado –más o menos- y al final abrazó a su madre porque se sentía demasiado contento consigo mismo. Su madre siempre se deshacía ante sus abrazos y le correspondió, todavía mirando consternada la maraña de cabellos verdes.
—Sólo una fase— había replicado nerviosa más tarde a su esposo, que todavía no sabía si sentirse enfurecido porque no se le pidiera permiso o reírse por la inventiva de su hijo.
Lo que la madre no sabía era que, a veces, lo excéntrico se heredaba.
Al final el padre decidió consultar su estado de ánimo con la almohada y soltar un “claro” somnoliento, pues estaban en la noche del martes y la semana ya lo tenía agotado.
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